lunes, 21 de mayo de 2012

Apenas monográficos casi monotemáticos

Se calcula que Julio César exterminó a un millón de galos. Teniendo en cuenta una "distancia" tecnológica de dos mil años respecto a Stalin, por ejemplo, podría decirse que, en términos relativos, don Cayo ha sido el más grande asesino de la historia. Sin embargo, hasta el "et tu quoque, Bruto, fili mi" de la tragedia shakesperiana nos conmueve. Casi setenta años después del final de la Segunda Guerra Mundial el cine, que nunca ha dejado de explotar argumento tan rico, empieza ahora a proponer una visión más "arriesgada", de forma tímida, eso sí, pero con el paso inicial de la deslumbrante El hundimiento, que establece un tratamiento histórico certero y verosímil, el abanico de nuevas perspectivas se abre. De momento, son dos "comedias" las que toman el relevo.
   
Cielo de acero, de Timo Vuorensola, especula sobre una invasión de la Tierra por parte de un ejército de nazis que se ocultaron en la Luna tras la guerra. Deudora de Sky captain en sus planteamientos estéticos y tecnológicos, pero anclada en los convencionalismos de Independence day y otras, resulta en una especie de tedioso panfleto de factura técnica aceptable, tramposo a veces, hipócrita en algún momento, pero del que se puede destacar la curiosa idea de la subversión del corpus ideológico del nacionalsocialismo que representa el personaje de Renate (en la imagen superior) manteniendo los elementos formales (los uniformes, los símbolos, el saludo fascista, etc.), lo que genera un extraño contraste apenas explotado por los guionistas.

Todo lo contrario es Nazis en el centro de la Tierra, de Joseph J. Lawson, una historieta en general chapucera, de puesta en escena vergonzosa, lamentable allá por donde se la mire (ni siquiera se aclaran con el sentido de giro de la esvástica), pero que contiene una portentosa idea visual: Hitler convertido en imponente robot destructor. Y con el sentido del humor suficiente como para cargarse al judío en cuanto aparece en una escena que remite a la hilarante actitud de los marcianos de Mars attack.
Es por tanto momento de que alguien se lo tome un poco más en serio y adapte El sueño de hierro de Norman Spinrad, y, de forma aún mas rigurosa, El hombre en el castillo de Philip K. Dick.

No hay comentarios: