viernes, 18 de enero de 2013

Apenas monográficos casi monotemáticos

Teniendo en cuenta que no es una película de personajes, ni de cuestiones morales, ni de ideas filosóficas, ni tan siquiera desarrolla algún aspecto antropológico queda como verosímil recreación de la tragedia y poco más, pues con ejemplos así a bote pronto como El imperio del sol (apuesto a que ha sido película de cabecera del director), Das Boot o En busca de la felicidad, el guionista se empeña en despreciar sus enseñanzas en cuanto a estructura, dosificación, tempo y clímax y salpica a cascoporro momentos culminantes, a veces sucesivos y atropellados, buscando una apoteosis emocional que, por abundancia y repetición, queda desactivada, cuando, por otra parte, no es necesario tal afán, pues el espectador entra en el cine dispuesto a compadecerse de las víctimas; el mérito estaría en hacernos llorar cuando Hitler sacrifica a la pobre Blondi, eso sí que sería un guión potente. Si añadimos la sobrecarga sentimental que inyecta la banda sonora, la puesta en escena lacrimógena y la por momentos molesta planificación de Juan Antonio Bayona, Lo imposible cabe perfectamente en el despectivo cajón de "película española" al que es relegado a veces el cine patrio.
  
Pero no es porquería todo lo que hiede, así, Carlos Therón construye en Impávido una comedia ya vista otras veces de la que apenas se puede destacar la interpretación de los actores y algún que otro golpe de humor.

También de tono y estilo familiar resulta el thriller psicológico La senda, de Miguel Ángel Toledo, ambientado en un pintoresco paisaje nevado con el que llevarse al menos un par de bonitas estampas a los ojos.

El hombre de las mariposas, de Maxi Valero, es un meritorio pero defectuoso esfuerzo, que, cómo no, también tiene parientes (Capitanes intrépidos, por ejemplo).

Al final es Cefalópodo, de Rubén Imaz, la única que aporta algo de originalidad con el viaje de redención de un Unax Ugalde menos ñoño de lo habitual.

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