Si el cine comercial, manufacturado según hilarantes convenciones, puede resultar incómodo de ver, no digamos una película en la que los actores, válgame Cristo, se ponen a cantar para decir "pásame la sal". No más de treinta minutos (y a una velocidad de 2.2) he podido aguantar esta vergonzosa ridiculez en la que, para más inri, sale esa cosa viscosa y repelente de la Hathaway.
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