Debe ser el idioma, aunque el
quebecois sea más viscoso, lo que convierte a las películas francesas en eso que son. Esta, por ejemplo, deriva además hacia los cómodos burladeros del sentimentalismo más rancio. Sin embargo, no sé si a voluntad o no del guionista, afloran, tal como ocurriera en
La clase, cuestiones de índole sociológica o política, sin duda, la sustancia más interesante de la pieza mas de paupérrima importancia en el pastelito canadiense que nos ocupa.
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