lunes, 27 de agosto de 2012

La soledad de los números primos, de Saverio Costanzo

Aunque parezca lo contrario no es este un artículo sobre Alba Rohrwacher, la muchacha que aparece junto a Isabella Rossellini y un cachito de Luca Marinelli en la imagen superior. Tampoco vuelvo a publicar una "crítica" porque un filósofo que ahora vive en Londres insista, hay gente para todo, en que lo haga, pues no se le hace mucho caso a un sujeto que se ha inventado una novia rubia para disimular su historieta de amor con otro mozo igualmente soberbio en la capital de la pérfida Albión, y mucho menos retomo la trabajosa tarea de la escritura porque hoy sea, precisa, especial y específicamente, veintisiete de agosto, sino por las tres cosas juntas y algo más.

Qué es el cine, me pregunto inspirado por la cuestión que lanza Sheldon Cooper cuando Penny le pide que la instruya en los rudimentos de la Física. Después de mucho tiempo conseguí formar una opinión más o menos sólida al respecto, pero a partir de ahora la rechazo y la desprecio. Y es que para entender el cine o la música o la pintura es necesario meter las manos en el lodo de la esencia humana. En efecto, qué de bueno puede esconder el lodo.

Aparece Alba, actriz italiana de apellido germano cuya traducción resulta surrealista, y cualquier otro aspecto artístico de la película resulta vano. Uno piensa "qué mona, qué tal, qué cual..." y la estructura, organizada en bloques retrospectivos, el montaje, la dirección y todo lo demás es, por momentos, nada más que un obstáculo que impide seguir mirándola. Uno piensa también "¿me causará la misma impresión cuando vuelva a ver la película mañana, dentro de un año, dentro de cien?". Una película no es buena o mala por el guión, la fotografía o la destreza de los actores. Las películas no son buenas o malas. Simplemente gustan o no, y el esfuerzo de un guionista o un director o un actor por ejecutar una obra de formas perfectas es inútil. El factor decisivo por el que las películas gustan o no depende de la aparición de Alba Rohrwacher.

Qué diferencia hay entre poner la cámara aquí o allá, en eliminar esta escena o añadir aquella otra, en decir esta frase así o al contrario... Ninguna, porque el espectador sólo percibirá el plano o escuchará el diálogo según le coja el día, según Alba le parezca más o menos guapa, y siendo esto así, qué clase de grandeza, de pureza, de valor fundamental tiene un objeto que es recibido de una forma u otra según hayas disfrutado del chocolate con calentitos, tengas la regla o te acuerdes de tu abuela. Hay libros, academias, institutos, catedráticos y consumados profesionales dispuestos para proveer de la mejor formación a todos aquellos "creadores" empeñados en dar rienda suelta a su "expresión artística", pero no nos engañemos, todo es mentira, de nada sirve la teoría o la experiencia. El cine, la danza, la escultura o el ganchillo no son arte, o el arte es entonces un trabajo ínfimo, un capricho, jactancia impúdica. 

La construcción de un puente, el diseño de un cohete o la fabricación de una rueda dentada están sujetos a reglas concretas, cálculos certeros y procedimientos exactos. Sin embargo, la escritura de un guión no es más que una alegre interpretación de ideas orientativas sobre estructura narrativa, descripción de personajes, ritmo, y otros aspectos acaso prescindibles. Así se entiende que mañana, dentro de un año o dentro de cien, Alba Rohrwacher y la película en la que aparece me parezcan detestables, o aburridas, o deslumbrantes, o cualquier cosa dado el deleznable fundamento natural del cine, de la música o la poesía. 

No hay ningún mérito en hacer una película, no tiene valor alguno, ni sentido. Un artista es un ser miserable, vago e iluso, un egocéntrico, vanidoso y petulante bellaco. "John Ford" es un ruido que degrada y humilla la sinfonía "Wernher von Braun", Nikola Tesla cagaba shakespeares cada mañana. Qué vergüenza creerse artista. Qué embarazosa y ridícula vocación la del cineasta. Qué triste ser espectador. Qué terrible encontrar a Alba Rohrwacher en una película dentro de cien años y darse cuenta por fin de que el cine es, sólamente, un desolador desfile de veinticuatro esquelas por segundo.

4 comentarios:

Calvanki dijo...

grande la última frase... desolador desfile de veintricatro esquelas por segundo... jope... ahí me has dado ,eh!!!

Calvanki dijo...

y sólo por aclarar... lo de filósofo... me estás insultando??!!

la cabeza en la puerta dijo...

En absoluto, expreso mi admiración.

Calvanki dijo...

jeje, menos cachondeo mamona!!!