Dolan, sin discusión, está dotado para hacer del lenguaje cinematográfico un objeto poético. En esta ocasión registra el proceso de afirmación de un travesti y su relación con su mujer y familia a lo largo de los años en una película de casi tres horas sin desfallecer en el intento. Espectacular por momentos, hay que admitir la decisiva contribución a la narración de una banda sonora exquisita; para gozosa sorpresa suena The funeral party de, por supuesto, Cure.
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